Gibraltar: razones de un conflicto
A mediados de agosto de 2014, el rigor en el control de mercancías en el paso fronterizo entre La Línea y Gibraltar provocó dificultades en el tránsito de vehículos y las quejas del gobierno inglés y de la administración de su colonia que denunciaron los hechos ante la Unión Europea. En aquella ocasión, inicié la publicación de las reflexiones que la situación me merecía en un diario local, diario que censuró – y no publicó – el tercero de los artículos de la serie.
Este año, también en agosto, nueve años después, con Inglaterra – y, con ella, Gibraltar – fuera ahora de la Unión Europea, se vuelven a producir los mismos problemas de circulación porque desde entonces hasta ahora no ha cesado el contrabando propiciado por el régimen fiscal gibraltareño, que tantos beneficios reporta tanto a la colonia como a la potencia administradora.
I
Con motivo de la celebración del
centenario de la Conferencia de Algeciras, el Instituto de Estudios
Campogibraltareños publicó - con el patrocinio de Mancomunidad, Ayuntamiento de
Algeciras, Puerto Bahía de Algeciras y Gas Natural Andalucía - la edición
facsímil de la Historia de Algeciras,
de D. Emilio Santacana y Mensayas, el alcalde de la Conferencia, publicada en
1901.
Acompañando a la obra principal se
incluyeron, en un volumen aparte, además de algunos trabajos de investigación
de miembros del Instituto, la reproducción facsímil de una obra menor del
propio Santacana y la de un folleto, de autor desconocido, procedente sin duda
de la biblioteca de aquel hombre singular.
Santacana, educado en Inglaterra, casado
con gibraltareña, anglófilo convencido, consciente de la importancia de la
colonia inglesa para el desarrollo de su ciudad y de la comarca toda (aislada,
marginada, olvidada por la Administración del Estado), en las páginas de su
libro en las que se ocupaba de la situación de Algeciras en los comienzos del
siglo XX, afirmaba que
“es innegable que
la existencia en esta bahía de una ciudad y puerto franco y comercial como es
Gibraltar, dominados por una nación rica y poderosa, ha proporcionado y
proporciona a los pueblos del Campo medios de subsistencia [...] pero habrá que reconocer que España ha dado
y sigue dando a Gibraltar grandes caudales y que su prosperidad comercial y
muchos de los capitales que allí se han hecho a nuestro país los debe.[…] Si fuera posible hacer una liquidación de
lo aportado por España a Gibraltar, y viceversa, durante el siglo que termina [el
siglo XIX], veríase el crecido saldo que
resultaba en beneficio de la citada plaza, obtenido de la venta de inmensas
cantidades de mercancías extranjeras, sin mencionar el tabaco, que en enorme
cantidad se ha introducido, y aún se introduce, clandestinamente en nuestro
país.”
No podía dejar de citar las opiniones
ponderadas, sensatas y prudentes de D. Emilio aunque no era mi intención hablar
de su obra. Mi intención es compartir con quienes me lean algunas de las
afirmaciones contenidas en el folleto anónimo mencionado al inicio, de donde
probablemente el propio Santacana obtuvo noticias que añadir a su propia
experiencia “para valorar las relaciones de España en general, y de nuestra
comarca en particular, con Gibraltar”.
El folleto, publicado en Madrid en julio
de 1887, se titula "Apuntes confidenciales sobre el contrabando en el
Campo de Gibraltar" y, en sus 64 páginas, el autor describe el origen del
contrabando; el estado de los pueblos del Campo de Gibraltar en los momentos en
que los recorre; el detalle de quiénes y cómo defraudan, su jerarquía y la
distribución de funciones en la introducción clandestina del tabaco, y la
complicidad indigna de las autoridades del Peñón con los contrabandistas de
dentro y de fuera de la colonia.
II
No siempre hubo contrabando con Gibraltar.
A raíz de su ocupación, y durante más de un siglo, el Peñón no pasó de ser una
plaza de guerra cuyo comercio con los pueblos de su entorno – cuando existía –
no era sino “el modesto tráfico necesario a la vida del presidio y su corto
vecindario”. El autor de los Apuntes sitúa el origen del contrabando a finales
del primer tercio del XIX y considera que fueron las causas de su aparición “el
afán ilegítimo de fortuna de unos cuantos; el estado decadente, por no decir
nulo, de nuestra producción [industrial]; y un absurdo sistema arancelario”,
cuya concurrencia hizo posible “inundar la Península con las telas, las
bisuterías y otros productos de fabricación extranjera, burlando al fisco” con
Gibraltar como punto “más a propósito para depósito o almacén general”. El
contrabando lo invadió todo y desde los Comandantes Generales que lo permitían,
hasta el último funcionario que lo secundaba, “todos cubrieron de lodo sus
atributos de autoridad y de oro la bolsa de sus picardías”. Consecuencia del
apogeo contrabandista de la ciudad de Gibraltar fue la muchedumbre de gentes
que se establecieron en ella y en los pueblos de su campo atraídas por el
aliciente de vivir bien y trabajar poco, “cuyo ejemplo fue filtrándose poco a
poco entre las clases trabajadoras del Campo de Gibraltar, que encontraron en
el contrabando remedio fácil para superar la miseria.” Por su parte, las
autoridades inglesas, vistas las importantes ganancias que el contrabando
proporcionaba a la colonia, confirmaron cuán útiles resultaban el fomento y
protección de aquellos tráficos ilícitos “que, si reñidos con las más
elementales reglas de la moral, hacían menos costosa a su nación la posesión de
la plaza”. Tomó así el contrabando carta de naturaleza en la Comarca.
Cuando en 1887 se publican los Apuntes
confidenciales no quedaban trazas de los antiguos negocios de lana ni de
estampados de algodón, arruinados por el desarrollo de la industria en Cataluña
y por las modificaciones de los aranceles de aduana a favor de los tratados de
comercio. A finales del siglo XIX no hay en Gibraltar más que contrabando de
tabaco, que se almacena en vastos locales situados en las calles principales de
la ciudad, a donde acuden para sus compras todos los grandes contrabandistas de
la comarca. Los fardos comprados se almacenan posteriormente en barcos-pontones
desde donde se cargan al falucho que los trasladará al punto convenido de la
costa española. Es el contrabando a gran escala, sin riesgo, mediante soborno
de algún carabinero corrupto. Cuando hay riesgo, si por mala fortuna el falucho
tropieza con algún guardacostas español, aparece al quite un buque inglés de
guerra que conduce al falucho y al guardacostas a Gibraltar. “Una cortés
explicación pone fin al conflicto, pero quedándose en Gibraltar el buque
contrabandista, que días después vuelve a probar fortuna, casi siempre con
éxito”
También pasa algo de tabaco, de
contrabando, por la aduana de La Línea: es la jarampa, grado mínimo del
contrabando que realizan los vecinos del Campo que tratan de sacar un par de
pesetas de jornal diario, pasando junto el paquete de picadura los escasos
artículos de ultramarinos y mercería, contratados de antemano con los
comerciantes de su localidad.
Hasta donde mis propios recuerdos lo
permiten, puedo afirmar que todo lo que en el folleto se dice fue aplicable en
gran manera a lo que el contrabando desde Gibraltar fue durante años, tras la
Guerra Civil. Al Campo de Gibraltar
emigraron miles de personas (entre 1940 y 1950 Algeciras pasó de
III
Jarampa y matuteo acabaron siendo anécdota
cuando el desarrollo y la industrialización promovidos por el gobierno del país
en los años sesenta ofrecieron, por fin, a muchos de los campogibraltereños la
oportunidad de ganarse honradamente el pan. Y, como siempre desde el siglo XIX,
también entonces continuó el contrabando de tabaco – cuarterones de picadura de
La Flor de Cuba, El Águila o El Cubanito; cigarros habanos Montecristo, Cohiba,
o Romeo y Julieta; cigarrillos turcos o egipcios – alijado por tierra y por
mar, en tren y en barco, sin riesgo, mediante soborno, o con la colaboración de
las autoridades del Peñón si el riesgo aparecía.
Si no todo, sí buena parte de aquellas
reflexiones pueden ayudar a comprender la situación planteada en la Aduana de
La Línea, donde el rigor en el control provoca dificultades en el tránsito de
vehículos en la frontera. Por supuesto, continúa pujante el contrabando de
tabaco a gran escala: millones de cajetillas de tabaco “rubio americano”
alijados no para sobrevivir en tiempos complicados sino para el enriquecimiento
rápido y fácil.
Para concluir tomaré prestadas algunas de
las consideraciones finales del autor del folleto tantas veces mencionado,
consideraciones que comparto. Cito textualmente:
“La primera condición para poner coto al contrabando
debe ser una eficaz y constante persecución”. No caben medias tintas. El rigor en el control en la frontera con
Gibraltar es imprescindible, aunque provoque esperas molestas. No vale reclamar
que se acaben las colas a costa de perder eficacia en la inspección. Tampoco
vale hablar, sin justificar, de controles desproporcionados.
“A la represión fiscal firme, eficaz y resuelta,
deben acompañar otras disposiciones encaminadas a abrir nuevas fuentes de
trabajo. […] Quitar la menor sombra de pretexto para buscar un jornal en el
tabaco y en la jarampa de Gibraltar”. Hay que crear empleo: es
urgente invertir en la mejora de las infraestructuras ferroviarias, tantas
veces demandada, así como en la renovación de los servicios públicos
deficientes. Es inadmisible que un Consejero de la Junta de Andalucía considere
“que es importante atajar la situación de las colas en el paso fronterizo para
no seguir dañando la economía del Campo de Gibraltar”, haciendo suyo – sin
rubor y sin vergüenza – el discurso perverso de que los campogibraltareños
vivimos del contrabando con el Peñón
Finalmente, hay que decir que acabar con el contrabando en la frontera
no supone en modo alguno la extinción del contrabando con Gibraltar: El
contrabando y el fraude terminarán cuando, para sus relaciones con la comarca
se exijan evidencias fiables de que, en la colonia, se respetan las normas y se
atienden los requerimientos de la UE en materia de control aduanero, política fiscal
y gestión medioambiental.
A esa tarea deberían aplicarse los esfuerzos de
todos.
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